Perdona, Antonio, por comenzar quitándote décadas, pero es
que así te llaman y te llamamos los que te queremos y conocemos desde hace
años.
Quien habitualmente se mueve en el mundo de la hostelería
sevillana sabe que los buenos profesionales son muy difíciles de encontrar.
Casi se convierte en una labor arqueológica, pues, además, muchos de ese escaso
número son de los que llamamos “de la vieja escuela”, antes de que brotaran
tantos artistas de la cocina dejando la sala relegada a un segundo o tercer
término en el organigrama y jerarquía de un restaurante que se preciase.
Pues bien, Antonio, el del Bécquer o el de “La Leyenda”, o
el rubio, etc… es uno de esos ejemplos que aún quedan en Sevilla. Y ustedes
dirán que cómo es posible que diga “quedan” si parece que lo estoy jubilando o
casi escribiendo un epitafio. Se lo aclaro:
Los propietarios del Hotel Bécquer han decidido hace escasos
días cerrar ese establecimiento llamado La Leyenda que hacía las veces de buena
cafetería y de gastrobar con aires modernistas y clásicos pero con una carta
muy actual y donde, por desgracia, poca gente ha disfutado de su tapeo, de los
mejores de nuestra ciudad, por culpa de Gonzalo, su Chef. Bien, La Leyenda ha
creado eso: una leyenda llamada Antonio Sivianes.
Pocas personas he conocido con ese talante alegre, educado,
discreto y embaucador para con sus clientes, proveedores y compañeros como
Antonio. Más de tres décadas en la empresa, a la que se entregó (me consta por
haberlo vivido) en cuerpo y alma, a estilo antiguo también, sembrando mucho
antes de recoger, no podían dejarlo en la calle por una decisión económica.
Porque Antonio, haga lo que haga, sabrá cumplir. Así lo han reconocido
incorporándolo al departamento de mantenimiento del Hotel Bécquer, su casa. Ha
dejado la bandeja y el cuchillo jamonero por el destornillador y la llave
inglesa. Cosas del destino.
Sevilla pierde una persona encantadora atendiendo mesas y
cuidando a clientes. Ya era hora de tener un horario normal, comer en casa,
llegar a la cena, fines de semana, etc. Los que conocen este gremio saben que
ese es su gran sueño. Pero si se les estropea alguna vez un enchufe, un grifo o
algo parecido y no consiguen que den con la tecla, no duden en buscarlo.
Antonio lo hará perfecto, como siempre. Yo, simplemente, te doy las gracias por
haberme tratado SIEMPRE como me has tratado, como has hecho con tanta gente. Un
placer ser tu amigo dentro y fuera de la hostelería. Así seguirá siendo, si
Dios quiere.
José Vicente Flores
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